viernes, 22 de abril de 2011

QUEPD


Hoy daré una confesión, mi musa ha muerto, mi inspiración ha sido llevada al cementerio más lejano de mi alma. Un desfile de sentimientos de luto acompaña al difunto en páramos desiertos, con fuego despidiéndose oscilando sus débiles flamas. La carroza lenta avanza, raspada por recuerdos dolorosos e iluminada con faros de esperanzas e ilusiones rotas.

Así es, mi inspiración ha muerto, canticos de despedida entonados por fantasías destinadas a fracasar, palabras entonadas por un orador ajeno que solo observa desde afuera, mirada con desdén, y un discurso improvisado en el que mencionan otro nombre, y no es mi inspiración la presente, ya que ha sido olvidada, ya que nunca... fue recordada. Tirad la tierra encima, golpea con ira ese sarcófago, que esa inspiración quede sujeta a la tierra, que los truenos sean su custodio, que solo ha sido una belleza efímera, que solo ha sido un sueño desvanecido al despertar.

Las rosas que te he ido a dejar se marchitan en tu lapida sucia y corroída, ya en unos días mas, nadie sabrá jamás quien está sepultado en este lugar.

Mi inspiración dejo ya de existir.

Eres fugaz y exótica, vida me insuflas, y vuelvo a respirar, una reanimación dramática, de un sentimiento desesperado por salir de su tumba solo para poder dejar evidencia en este papel de belleza aquella, de paz aquella, que las trompetas acompañan un carnaval, que mi inspiración revivió, que mi inspiración se levantó del hades, que mi inspiración rompió la mandíbula de cerbero y navego por estigia solo para dedicarte una frase más, y mañana otra quizás, y cada una sola para ti.

Ha decidido pintar cada letra del abecedario, con una frase más.

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